miércoles, 14 de noviembre de 2012

CLASICISMO,ROMANTICISMO,XIX



Español: Foto del monitor Huáscar en la década...
Español: Foto del monitor Huáscar en la década de 1920, cuando se mantenía a flote gracias a pequeñas reparaciones (Photo credit: Wikipedia)






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Español: Es fotografía muestra el interior de ...
Español: Es fotografía muestra el interior de la catedral primada de Colombia, cuando estan dando una misa en día domingo. (Photo credit: Wikipedia)

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.IMAGEN.RETRATO.
Este catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Granada (1808) se sumó a las filas de los revolucionarios liberales durante la Guerra de la Independencia (1808–1814) y fue diputado en las Cortes de Cádiz que aprobaron la Constitución de 1812. Por ello, fue encarcelado tras el regreso de Fernando VII y el restablecimiento del absolutismo.
Recuperó la libertad durante el Trienio Liberal (1820–1823), en el cual asumió el liderazgo de la rama más moderada de los liberales (los «doceañistas») frente a la mayoría de «exaltados», e incluso encabezó el gobierno como ministro de Estado en1822.
Su gabinete estuvo compuesto por José María Moscoso de Altamira Quiroga(Gobierno), Diego Clemencín (Ultramar), Nicolás María Garelly Battifora (Justicia), Felipe de Sierra Pampley (Hacienda), Luis María Balanzat de Orvay y Briones (Guerra) y Jacinto de Romarate en el de Marina.1
Al granadino Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), autor de uno de los más célebres dramas del Romanticismoespañol, La conjuración de Venecia (1834), le debemos, sin embargo, una Poética en verso, continuadora, por sus postulados clasicistas, de la de Boileau.
CANTO I
DE LAS REGLAS GENERALES DE COMPOSICIÓN
(FRAGMENTO)
Si el noble anhelo de la eterna fama
que nuestros patrios vates merecieron
vuestros fogosos ánimos inflama,
no os arrojéis, oh jóvenes hispanos,
con temerario afán a la ardua empresa;
ni con incierto paso
holléis a ciegas la escabrosa vía
que a la cumbre conduce del Parnaso.
Temed antes, temblad: una es la senda,
los precipicios mil; quien en sí propio,
del arte los preceptos desdeñando,
vanamente confía,
del Ícaro tal vez remonta el vuelo;
mas deshechas las alas mal seguras,
despéñase con mengua al hondo suelo.
Si igual hado teméis, consultad antes
cien veces y otras cien las propias fuerzas,
y ved si grato el cielo
os otorgó la ardiente fantasía,
el genio creador, digno tan solo
del sacro lauro del divino Apolo.
Con tan sublime don favorecidos,
no dudéis aspirar en vuestros cantos
al digno galardón: natura bella
os mostrará las gracias, los encantos
a los ciegos profanos escondidos;
y alzando el sacro velo,
ofrecerá benigna a vuestros ojos
el propio, el solo, el único modelo.
Su fiel imitación continuo sea
vuestro estudio y solaz, sin que del arte
el duro anhelo ni el afán se vea.
desdeñando sacar una vil copia
con baja esclavitud, libre campea
el genio creador, compara, elige,
forma de mil objetos una idea;
y ornando a su placer su propia hechura,
émulo de natura,
la iguala, la corrige, la hermosea.
Así diestro pintor no copia a Silvia,
la hija más bella de su patrio suelo,
al retratar la hermosa Citerea;
de una y otra beldad forma en su mente
de la alma Diosa el ideal modelo,
al lienzo lo traslada, le da vida;
y a su genio divino,
no a Jove ni a las Gracias, debe Venus
su airoso talle y rostro peregrino.
Mas si el ímpetu osado
no modera la ardiente fantasía;
si del buen gusto altiva menosprecia
el cauto aviso y la prudente guía:
no os admiréis si su arrogancia necia
de la segura senda os extravía.
Así el bridón lozano,
indócil, impaciente,
si el yugo rompe de la diestra mano,
corre el monte y el llano,
salva el torrente, el muro, el hondo río;
mas en oculta sima despeñado,
sepúltanlo su orgullo y ciego brío.
No menos orgullosa, menos ciega,
se estrella la arrogante fantasía,
si al libre impulso de su ardor se entrega:
sus partos prodigiosos
su fecunda invención muestran en vano;
informes, monstruosos,
a la razón insultan, cual nacidos
en la embriaguez o en el delirio insano.
Siempre el buen gusto vuestro genio enfrene;
cual hábil arquitecto, elija, ordene
el sitio, el plan, los propios materiales;
y sus obras continuo vigilando,
sin imponerle un yugo embarazoso,
deje al genio propicio
levantar el magnífico edificio.
Mas no con breve afán livianamente
buen gusto adquiriréis; que ni lo prestan
los áridos preceptos,
ni el sutil raciocinio de la mente:
con modelos bellísimos nutrido
fórmase lentamente,
cual con música acorde el fino oído;
menos juzga que siente;
natural nos parece, no adquirido,
y a la grata beldad acostumbrado,
por instinto condena cuanto advierte
que disgusto le causa, en vez de agrado.
No lo viciéis; y cual segura guía
seguid su voto, oh jóvenes hispanos:
de griegos y romanos
estudiad los modelos noche y día;
y no apartéis jamás de la memoria
que así lograron tan sublime gloria
nuestros ilustres vates castellanos.
Poética, 1831.
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Español: Carlos Augusto Salaverry (1830 – 1891). Poeta y dramaturgo peruano, del Romanticismo (Photo credit: Wikipedia)
DUQUE DE FRÍAS

Ducado de Frías

(Redirigido desde «Duque de Frías»)
Ducado de Frías
COA Duke of Frías.svg
Primer titularBernardino Fernández de Velasco y Mendoza
ConcesiónReyes Católicos
20 de marzo de 1492
Linaje(s)Casa de Velasco
Soto
Actual titularFrancisco de Borja Soto y Moreno-Santamaría
El Ducado de Frías es un título nobiliario español concedido por los Reyes Católicosel 20 de marzo de 1492 a Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza, III Conde de Haro y Condestable de Castilla, hijo de Pedro Fernández de Velasco y Manrique de Lara y Mencía de Mendoza.
La obra de Bernardino Fernández de Velasco y Pimentel Frías, duque de Frías (1783-1851), se sitúa en el período de transición entre la poesía ilustrada y la romántica. Es poesía civil o de circunstancias, muy influida por la de su amigo Juan Nicasio Gallego.
MI MUSA Y MI CORAZÓN
A mi amigo D. Juan Nicasio Gallego
ROMANCE
Desde los añosos muros,
Y entre las torres feudales
Que fueron de mis abuelos
Solaz, mansión y baluarte;
Ofreciéndose a mi vista
Montes, villas y lugares
De los célebres Toledos,
De la gran Toledo alcaides;
Anhelo, mi caro amigo,
El que mis versos alcancen
La aprobación de las Musas,
La dicha de que te agraden.
Mas ¿cómo inflamar el estro
Que ilustra el canto del vate,
Cuando la mano resiste
Pulsar la lira süave,
Pues de mi antigua existencia
Sólo han venido a quedarme
Ambos ojos para el llanto,
El pecho para pesares?
Si para alegrar el mundo,
Luces vertiendo a millares,
Rompe el sol la noche umbría,
El sol para mí no nace.
Si con sus abiertas hojas
La rosa embalsama el aire;
Si desde el búcaro olores
Del clavel difunde el cáliz;
Si al rayar la blanca aurora,
Su canto ensayan las aves;
Si refleja el claro arroyo
Los vergeles de su margen;
Si del árbol de Minerva
Se puebla el monte y el valle;
Si entre blanco azahar brotada,
Luce la poma fragante;
Para mí naturaleza,
Con sus galas admirables,
Ni embelesa mis sentidos
Ni da consuelo a mis males.
Ya me desdeñan las Musas,
Y bien pueden desdeñarme:
Eco en mi numen no tienen
Las fabulosas deidades.
Ni admiro por la Discordia
La olímpica paz turbarse,
Ni el lácteo raudal de Juno,
De la noche opaco esmalte;
Ni en las orillas del río
La transformación de Dafne,
Ni en la bóveda celeste
A la ninfa de Taumante;
Ni húmedo del agua estigia
A Aquiles invulnerable,
Ni lo inmortal desmintiendo,
La aguda flecha de Paris;
Ni Jove lanzando rayos
Contra los fieros Titanes…
Mas de Sísifo la pena,
O el afán de las Danaides.
A los perdidos esfuerzos
Bien pudieran compararse,
Que el hombre a veces opone
Al infortunio implacable.
Otros tiempos, otras glorias,
Otro renombre durable,
En el libro del destino
Alcanzaron nuestros padres,
Cuando, en las manos valientes
De dos naciones rivales
La espada y el Evangelio,
El Alcoran y el alfanje,
En la Vega de Granada
La mora y cristiana sangre
Fecundaban de Castilla
Los laureles inmortales.
¡Fuera yo en aquellos tiempos!…
Y a par del Marqués de Cádiz
Y a par del Conde de Cabra
Y del Marqués de Comares.
Ostentara en mis pendones
Los veros de Condestable,
Que fueron en Tordesillas
De real palabra garantes.
Y resonando mi fama
En las presentes edades,
En Burgos ya mis cenizas
Cubriera bruñido jaspe.
Mas hoy en este castillo
Que alzó entre peñas el arte,
Despiadada ausencia aflige
A mi corazón de padre.
Cabe gótica fenestra,
De muro almenado parte,
Aún mellada por los tiros
De férreo dardo punzante,
Inmoble me halla la aurora
Cuando raya entre celajes,
Inmoble me halla la noche
Cuando sus nieblas esparce,
Mirando al Puerto del Pico
Con sus riscos elevarse,
Dando lágrimas al lienzo,
Dando a los vientos mis ayes.
Más allá se halla Castilla,
Más allá el Ebro espumante,
Más allá se halla Pirene,
Más allá el brillante Gabre,
Más allá el ancho Garona,
Que saluda ondisonante
A la ciudad de los Condes
Y de los juegos florales.
¡Gran ciudad! ¡Noble Tolosa,
Que en tus retorcidas calles,
En tu insigne capitolio,
En tus anchos bulevares,
Contemplas a la adorada
Hija, que lloro en la margen
Del Tajo! Feliz la torna
Cual a tus patrias beldades.
¡Ah! Nunca Clemencia Isaura
Oyó más tiernos cantares
Que los que el amor anuncian,
O que la hermosura aplauden;
Mas no los que al pecho inspiran
Los afectos paternales,
Primer amor en el mundo,
Veraz, innato, inmutable.
Acércate, eburna lira,
A mi pecho palpitante;
Vibren mis manos tus cuerdas,
Y mis trovas acompañes.
Mas no, Musa, deja el canto;
Que no hay corazón que baste
Ni a contener tanto lloro
Ni a llorar dolor tan grande.
No lleves tú mis acentos
Donde mis brazos no alcancen,
Ni llegue el son de mi canto
Donde no llegan mis ayes.
El recuerdo de mis dichas
¿Para qué evocar en balde,
Si el viento de mi infortunio
Se arrecia más cada instante?
Amor, juventud, esfuerzos
Patrios, lauros militares
Deshójanse cual las rosas
Marchitas del seco valle.
Somos vivos epitafios
Del poder de nuestros padres,
Y las filiales caricias
Son las honras funerales.
Mas ¿qué digo, hija adorada,
Si ausente a los patrios lares,
Ni aun este culto piadoso
Logra tu amor tributarme,
Ni puedes darme tus brazos,
Ni yo a mis brazos llegarte!
Que impalpable es el ausente
Como las sombras fugaces.
Tú, pues, Nicasio, mi amigo,
Ven algún consuelo a darme;
Que sólo tu amistad puede
Dulcificar mis pesares.
Escalona, 1848.
Obras poéticas, 1857.
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