Ángel García López
Quién como tú (Photo credit: Wikipedia)
Ángel García López (Rota, 1935) es un poeta español, premiado con el premio Nacional de Poesía en 1973. También consiguió elpremio Adonais en 1969 por A flor de piel. Destaca por el rigor formal y la investigación de los aspectos rítmicos y lingüísticos. Otras obras del autor son Emilia es la canción (1963), Tierra de nadie (1968), Retrato respirable en un desván (1973), Mester Andalusí (1977),Trasmundo (1980) De latrocinios y virginidades (1984) Pervesificaciones (1990) y Territorios del puma (1991).
Imaxe na casa do mago Merlín. Mondoñedo. Galicia (Photo credit: Wikipedia)
Así como el atleta
Mi cuerpo es como un pájaro. Me alzo
sobre una cordillera de gorriones.
Las alas me empujaron en el salto,
se me llenó la carne de motores.
sobre una cordillera de gorriones.
Las alas me empujaron en el salto,
se me llenó la carne de motores.
Hoy he vuelto a la vida. Libre, gano
mi oficio milagroso de ser hombre.
He tocado una nube con mis brazos
y le he robado al águila su polen.
mi oficio milagroso de ser hombre.
He tocado una nube con mis brazos
y le he robado al águila su polen.
Quise sentir el mundo, lo delgado
del límite del día con la noche.
Corrí sobre la pista del milagro
indagando el secreto del azogue.
del límite del día con la noche.
Corrí sobre la pista del milagro
indagando el secreto del azogue.
Debí de ser gacela, ardilla, gamo
perseguidor del aire de los bosques.
Mi pecho respiraba como un campo
lastimado de músicas y flores.
perseguidor del aire de los bosques.
Mi pecho respiraba como un campo
lastimado de músicas y flores.
Luché contra el equipo de los nardos
y el fuego de amarillos girasoles.
Competí con la pluma de los pájaros
y el latido voraz de los relojes.
y el fuego de amarillos girasoles.
Competí con la pluma de los pájaros
y el latido voraz de los relojes.
Sin sentir en los músculos cansancio
llegué, libre, a la meta.
Desde entonces
traigo una lluvia nueva entre mis párpados.
llegué, libre, a la meta.
Desde entonces
traigo una lluvia nueva entre mis párpados.
¿Fui yo? Nadie creyera. El horizonte
se me llenó de cánticos y aplausos.
Hoy le vencí a la vida en el deporte
de alcanzar la alegría con las manos.
se me llenó de cánticos y aplausos.
Hoy le vencí a la vida en el deporte
de alcanzar la alegría con las manos.
Español: Iglesia San Miguel “Quién como Dios?”, ubicada en Maracaibo, Venezuela. (Photo credit: Wikipedia)
Hueles como el verano…
Hueles como el verano. Desde el calor, lentísimas,
se me ofrecen las jaras y, en tus hombros,
lo flexible del mimbre y el lentisco. Tienes,
debajo de tus brazos, un herbazal tranquilo,
olor a prado en celo y a retama de un monte.
Parece que vinieras de una casa sin nadie
con un carro de heno que asustara en los labios.
Estás como entregando una mensajería
de un lugar inconcreto que no sabe su nombre.
Tu oficio más propenso es hablarle a los tréboles
y hacer que en cada mano se haga grande un arroyo.
Abrazarte es lo mismo que ir oliendo una fábrica
donde el polen hubiese trabajado descalzo.
A través de tu boca se ha asomado una espiga
y hay un poco de mosto que va abriéndose paso.
No existe sitio tuyo que no ordene
mirar su procesión, más infidelidades
a las cosas restantes que arde al sol tu azotea.
Hueles a la corteza del pinsapo y del álamo.
Desde ti suena el mundo como el aire en las cañas
o el zorzal. Se despeñan los párpados a verte
y, al rodar, te visitan regiones augurales
que enloquecen en misa con su fiesta de pronto.
No es posible explicarte sino deletreándote
o enviando a la escuela la emoción de uniforme,
con zapatos de párvulo y un gran lazo en el cuello.
Amarte es despedirse abrazándote a un campo
que huele a regadíos y a un vellón trashumante
que hubiese ido de compras a una tienda de flores.
Exhalan tus dos pechos una jardinería
que asciende de las sábanas con que heredas la nieve.
Y está tu olor tendido, dentro de la hermosura,
con una piel tan blanca que te beso esquiando.
se me ofrecen las jaras y, en tus hombros,
lo flexible del mimbre y el lentisco. Tienes,
debajo de tus brazos, un herbazal tranquilo,
olor a prado en celo y a retama de un monte.
Parece que vinieras de una casa sin nadie
con un carro de heno que asustara en los labios.
Estás como entregando una mensajería
de un lugar inconcreto que no sabe su nombre.
Tu oficio más propenso es hablarle a los tréboles
y hacer que en cada mano se haga grande un arroyo.
Abrazarte es lo mismo que ir oliendo una fábrica
donde el polen hubiese trabajado descalzo.
A través de tu boca se ha asomado una espiga
y hay un poco de mosto que va abriéndose paso.
No existe sitio tuyo que no ordene
mirar su procesión, más infidelidades
a las cosas restantes que arde al sol tu azotea.
Hueles a la corteza del pinsapo y del álamo.
Desde ti suena el mundo como el aire en las cañas
o el zorzal. Se despeñan los párpados a verte
y, al rodar, te visitan regiones augurales
que enloquecen en misa con su fiesta de pronto.
No es posible explicarte sino deletreándote
o enviando a la escuela la emoción de uniforme,
con zapatos de párvulo y un gran lazo en el cuello.
Amarte es despedirse abrazándote a un campo
que huele a regadíos y a un vellón trashumante
que hubiese ido de compras a una tienda de flores.
Exhalan tus dos pechos una jardinería
que asciende de las sábanas con que heredas la nieve.
Y está tu olor tendido, dentro de la hermosura,
con una piel tan blanca que te beso esquiando.
Ola feliz
Suena este mar, tu corazón, bajo la piel.
Bello el reloj, se mueve .
Anda del seno tu lugar.
Potro en la nieve, se hace nuca su belfo.
Come de la bandeja blanca de las sienes.
Muere de delgadez. Y es ave,
relámpago concéntrico con peces
hechos música, luz, bolsa obediente
del diapasón.
Feliz más que una playa, acude al vientre,
Edifica del agua la esbeltez. Allí te crece
como un inmenso pájaro. Y distiende
alas de olor sobre el cantil, te bebe
la piedra transparente del cuerpo.
Después, yedra invisible, baja hasta el pie.
Jinete, torre en el cuero juvenil,
tambor de lo turgente,
cede su forma a la presión.
Sonoro resplandece.
Te late en las paredes de la carne que beso.
Se convierte en ruido de unos bosques,
en rostros de violines
que pulsan de ese alegre sitio del sol.
Y así la noche emerge solícita.
A tus manos, que hablan en la sombra
su celeste palabra.
Su situación de fiebre y de jardín.
Su fuerte voz.
Y así mientras conoce, la boca vibra,
enciende su tacto.
Llega al hombro con presencia de río,
pone caricia y redes a la virtud.
Transita entre los sauces y el aire adolescente
que amo, fruto interior silvestre.
Cuerpo tuyo que canta.
Y aventa de mis dedos respiración de mieses.
Bello el reloj, se mueve .
Anda del seno tu lugar.
Potro en la nieve, se hace nuca su belfo.
Come de la bandeja blanca de las sienes.
Muere de delgadez. Y es ave,
relámpago concéntrico con peces
hechos música, luz, bolsa obediente
del diapasón.
Feliz más que una playa, acude al vientre,
Edifica del agua la esbeltez. Allí te crece
como un inmenso pájaro. Y distiende
alas de olor sobre el cantil, te bebe
la piedra transparente del cuerpo.
Después, yedra invisible, baja hasta el pie.
Jinete, torre en el cuero juvenil,
tambor de lo turgente,
cede su forma a la presión.
Sonoro resplandece.
Te late en las paredes de la carne que beso.
Se convierte en ruido de unos bosques,
en rostros de violines
que pulsan de ese alegre sitio del sol.
Y así la noche emerge solícita.
A tus manos, que hablan en la sombra
su celeste palabra.
Su situación de fiebre y de jardín.
Su fuerte voz.
Y así mientras conoce, la boca vibra,
enciende su tacto.
Llega al hombro con presencia de río,
pone caricia y redes a la virtud.
Transita entre los sauces y el aire adolescente
que amo, fruto interior silvestre.
Cuerpo tuyo que canta.
Y aventa de mis dedos respiración de mieses.
Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo….
Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo
la carne y perfumó su corazón.
Desde entonces mi piel se ha acostumbrado
a dormir en una sola habitación.
la carne y perfumó su corazón.
Desde entonces mi piel se ha acostumbrado
a dormir en una sola habitación.
Después de tanto tiempo de visita
los dedos aprendieron la lección.
Las brasas de por fuera son por dentro
distintas al tocarlas como son.
los dedos aprendieron la lección.
Las brasas de por fuera son por dentro
distintas al tocarlas como son.
Andar entre tus cosas una noche
es igual que asomarse a algún balcón.
Los brazos se hacen huéspedes sabiéndose
un jubileo y una jubilación.
es igual que asomarse a algún balcón.
Los brazos se hacen huéspedes sabiéndose
un jubileo y una jubilación.
Desde entonces no hay nada que no sepa
a mercado y a venta de ocasión.
Quien puso en ti su boca ha conocido
las pavesas de su incineración.
a mercado y a venta de ocasión.
Quien puso en ti su boca ha conocido
las pavesas de su incineración.
Amar es muchas veces una herida
con una cicatriz de quita y pon.
Quien deja sus dos ojos en tus labios
enferma al encontrar su curación.
con una cicatriz de quita y pon.
Quien deja sus dos ojos en tus labios
enferma al encontrar su curación.
Ahora recuerdo cómo anduve a tientas
hasta oírle la voz a la emoción.
Quien puso en ti su mano ha sucumbido
al fuego de su propia combustión.
hasta oírle la voz a la emoción.
Quien puso en ti su mano ha sucumbido
al fuego de su propia combustión.
Reconstrucción del tango no bailado con nadie
La tarde todavía se escribe con tu nombre,
con una luz de plata sobre un bandoneón.
con una luz de plata sobre un bandoneón.
Se escribe en un cuaderno con hojas amarillas,
grabando cada letra tu nombre en un renglón.
grabando cada letra tu nombre en un renglón.
Recuerdo que tenías dos ojos que cantaban
y una tienda con flores en la respiración.
y una tienda con flores en la respiración.
La tarde se dolía de un beso en la garganta,
de un tango que temblaba dormido en el sillón.
de un tango que temblaba dormido en el sillón.
Desde una voz con lluvia cruzaban colegialas
sonando en sus carteras la última lección.
sonando en sus carteras la última lección.
Pasaban con la risa colgando de los brazos
y el verbo amar en tiempo de desconjugación.
y el verbo amar en tiempo de desconjugación.
Recuerdo en esa calle dos piernas me miraron
y dejaron su firma sobre mi corazón.
y dejaron su firma sobre mi corazón.
Gozarlas fue dolerse la mitad de otro siglo,
metiéndole de ausencia su fierro este malón.
metiéndole de ausencia su fierro este malón.
Aún oigo cuando hablaban llegando a la cintura,
su lumbre de allá arriba bajando hasta el tacón.
su lumbre de allá arriba bajando hasta el tacón.
No existe ya nostalgia como no oler su cuerpo
ni andarle a sus caderas la joven tentación.
ni andarle a sus caderas la joven tentación.
Después de que pasaran mis manos se murieron,
se me han difunto un hijo y un verso en un jarrón.
se me han difunto un hijo y un verso en un jarrón.
El mundo tiene bromas que dan miedo
y no debés buscarle más argumentación.
y no debés buscarle más argumentación.
Recuerdo que tenías yuchanes en los ojos
y un sabor a semillas y a panificación.
y un sabor a semillas y a panificación.
Si dicen que te olvido, reíte, sabés cómo
el sueño me ha enfermado tu boca bermellón.
el sueño me ha enfermado tu boca bermellón.
Sabés que sos mi luto que nunca se termina,
que vos sos quien me arrima mi desesperación.
que vos sos quien me arrima mi desesperación.
Recuerdo que tenías dos ceibos en los ojos
y un perfume de fruta casi en germinación.
y un perfume de fruta casi en germinación.
Recuerdo que tenías la música por dentro,
sonando a lo incurable de mi desolación.
sonando a lo incurable de mi desolación.
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