MIGUEL DE UNAMUNO
Miguel de Unamuno y Jugo1 (Bilbao, 29 de septiembre de 1864 – Salamanca, 31 de diciembre de 1936) fue un escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios como novela, ensayo, teatro ypoesía. Fue, asimismo, diputado del Congreso de los Diputados de 1931 a 1933 por la circunscripción de Salamanca.1
FUENTE: http://es.wikipedia.org
Miguel de Unamuno nació en la calle Ronda de Bilbao. Era el tercer hijo y primer varón, tras María Felisa y María Jesusa, del matrimonio habido entre el comerciante Félix de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, Salomé Jugo Unamuno. Más tarde nacerán Félix, Susana y María Mercedes. Al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asiste como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra. Buen dibujante, estudió en el taller bilbaíno de Antonio Lecuona, pero, como él mismo confesó, la falta de dominio sobre el color le hizo desistir de una carrera artística.
En septiembre de 1880 se traslada a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía yLetras. El 21 de junio de 1883, a sus diecinueve años, finaliza sus estudios y realiza el examen de Grado de dicha licenciatura obteniendo la calificación de sobresaliente. Al año siguiente, el 20 de junio, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca.2 En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, idea contraria a la que en los años venideros irá gestando elnacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Arana Goiri, que propugnará una raza vasca no contaminada por otras razas.
En 1884 comienza a trabajar en un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco» y otro costumbrista, «Guernica», aumentando su colaboración en 1886 con el Noticiero de Bilbao.
Dulcissime vanus Homems.
Al amor de la lumbre cuya llama
Como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
Sobre los chopos. Previsora el ama
Como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
Sobre los chopos. Previsora el ama
Supo ordenar se me temple la cama
Con sahumerio. En tanto la Odisea
Montes y valles de mi pecho orea
De sus ficciones con la rica trama
Con sahumerio. En tanto la Odisea
Montes y valles de mi pecho orea
De sus ficciones con la rica trama
Preparándome el sueño. Del castaño
Que más de cien generaciones de hoja
Criara y vio morir, cabe el escaño
Que más de cien generaciones de hoja
Criara y vio morir, cabe el escaño
Abrasándose el tronco con su roja
Brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
La ballesta de mi inquietud afloja!
Brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
La ballesta de mi inquietud afloja!
Tú me levantas, tierra de Castilla,
En la rugosa palma de tu mano,
Al cielo que te enciende y te refresca,
Al cielo, tu amo,
En la rugosa palma de tu mano,
Al cielo que te enciende y te refresca,
Al cielo, tu amo,
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
Madre de corazones y de brazos,
Toma el presente en ti viejos colores
Del noble antaño.
Madre de corazones y de brazos,
Toma el presente en ti viejos colores
Del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
Lindan en torno tus desnudos campos,
Tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
Y en ti santuario.
Lindan en torno tus desnudos campos,
Tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
Y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
Y en ti me siento al cielo levantado,
Aire de cumbre es el que se respira
Aquí, en tus páramos.
Y en ti me siento al cielo levantado,
Aire de cumbre es el que se respira
Aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
A ese tu aire soltaré mis cantos,
Si te son dignos bajarán al mundo
Desde lo alto!
A ese tu aire soltaré mis cantos,
Si te son dignos bajarán al mundo
Desde lo alto!
Desde mi cielo a despedirme llegas
Fino orvallo que lentamente bañas
Los robledos que visten las montañas
De mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Fino orvallo que lentamente bañas
Los robledos que visten las montañas
De mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
Montes y valles, los de mis entrañas,
Y con tu bruma el horizonte empañas
De mi sino, y así en la fe me anegas.
Montes y valles, los de mis entrañas,
Y con tu bruma el horizonte empañas
De mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
Verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
Donde fieles me aguardan los abrazos
Verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
Donde fieles me aguardan los abrazos
De costumbre, que el hombre no disfruta
De libertad si no es preso en los lazos
De amor, compañero de la ruta.
De libertad si no es preso en los lazos
De amor, compañero de la ruta.
¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
Son, con el coro de tus varios mares,
Una voz sola que cantando gime.
Pero no me lo digas; tus cantares
Son, con el coro de tus varios mares,
Una voz sola que cantando gime.
Ese mero gemido nos redime
De la letra fatal, y sus pesares,
Bajo el oleaje de nuestros azares,
El secreto secreto nos oprime.
De la letra fatal, y sus pesares,
Bajo el oleaje de nuestros azares,
El secreto secreto nos oprime.
La sinrazón de nuestra suerte abona,
Calla la culpa y danos el castigo;
La vida al que nació no le perdona;
Calla la culpa y danos el castigo;
La vida al que nació no le perdona;
De esta enorme injusticia sé testigo,
Que así mi canto con tu canto entona,
Y no me digas lo que no te digo.
Que así mi canto con tu canto entona,
Y no me digas lo que no te digo.
Cállate, corazón, son tus pesares
De los que no deben decirse, deja
Se pudran en tu seno; si te aqueja
Un dolor de ti solo no acíbares
De los que no deben decirse, deja
Se pudran en tu seno; si te aqueja
Un dolor de ti solo no acíbares
A los demás la paz de sus hogares
Con importuno grito. Esa tu queja,
Siendo egoísta como es, refleja
Tu vanidad no más. Nunca separes
Con importuno grito. Esa tu queja,
Siendo egoísta como es, refleja
Tu vanidad no más. Nunca separes
Tu dolor del común dolor humano,
Busca el íntimo aquel en que radica
La hermandad que te liga con tu hermano,
Busca el íntimo aquel en que radica
La hermandad que te liga con tu hermano,
El que agranda la mente y no la achica;
Solitario y carnal es siempre vano;
Sólo el dolor común nos santifica.
Solitario y carnal es siempre vano;
Sólo el dolor común nos santifica.
¡Dormirse en el olvido del recuerdo,
En el recuerdo del olvido,
Y que en el claustro maternal me pierdo
Y que en él desnazco perdido!
En el recuerdo del olvido,
Y que en el claustro maternal me pierdo
Y que en él desnazco perdido!
¡Tú, mi bendito porvenir pasado,
Mañana eterno en el ayer;
Tú, todo lo que fue ya eternizado,
Mi madre, mi hija, mi mujer!
Mañana eterno en el ayer;
Tú, todo lo que fue ya eternizado,
Mi madre, mi hija, mi mujer!
Me voy de aquí, no quiero más oírme;
De mi voz toda voz suéname a eco,
Ya falta así de confesor, si peco
Se me escapa el poder arrepentirme.
De mi voz toda voz suéname a eco,
Ya falta así de confesor, si peco
Se me escapa el poder arrepentirme.
No hallo fuera de mí en que me afirme
Nada de humano y me resulto hueco;
Si esta cárcel por otra al fin no trueco
En mi vacío acabaré de hundirme.
Nada de humano y me resulto hueco;
Si esta cárcel por otra al fin no trueco
En mi vacío acabaré de hundirme.
Oh triste soledad, la del engaño
De creerse en humana compañía
Moviéndose entre espejos, ermitaño.
De creerse en humana compañía
Moviéndose entre espejos, ermitaño.
He ido muriendo hasta llegar al día
En que espejo de espejos, soy me extraño
A mí mismo y descubro no vivía.
En que espejo de espejos, soy me extraño
A mí mismo y descubro no vivía.
Corral de muertos, entre pobres tapias,
Hechas también de barro,
Pobre corral donde la hoz no siega,
Sólo una cruz, en el desierto campo
Señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo
Del hostigo del cierzo las ovejas
Al pasar trashumantes en rebaño,
Y en ellas rompen de la vana historia,
Como las olas, los rumores vanos.
Como un islote en junio,
Te ciñe el mar dorado
De las espigas que a la brisa ondean,
Y canta sobre ti la alondra el canto
De la cosecha.
Cuando baja en la lluvia el cielo al campo
Baja también sobre la santa hierba
Donde la hoz no corta,
De tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,
Y sienten en sus huesos el reclamo
Del riego de la vida.
Salvan tus cercas de mampuesto y barro
Las aladas semillas,
O te las llevan con piedad los pájaros,
Y crecen escondidas amapolas,
Clavelinas, magarzas, brezos, cardos,
Entre arrumbadas cruces,
No más que de las aves libres pasto.
Cavan tan sólo en tu maleza brava,
Corral sagrado,
Para de un alma que sufrió en el mundo
Sembrar el grano;
Luego sobre esa siembra
¡Barbecho largo!
Cerca de ti el camino de los vivos,
No como tú, con tapias, no cercado,
Por donde van y vienen,
Ya riendo o llorando,
¡Rompiendo con sus risas o sus lloros
El silencio inmortal de tu cercado!
Después que lento el sol tomó ya tierra,
Y sube al cielo el páramo
A la hora del recuerdo,
Al toque de oraciones y descanso,
La tosca cruz de piedra
De tus tapias de barro
Queda, como un guardián que nunca duerme,
De la campiña el sueño vigilando.
No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
En torno de la cual duerme el poblado;
La cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
De los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
El Pastor Soberano,
Con infinitos ojos centelleantes,
Recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
Hechas del mismo barro,
Sólo una cruz distingue tu destino
En la desierta soledad del campo!
Hechas también de barro,
Pobre corral donde la hoz no siega,
Sólo una cruz, en el desierto campo
Señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo
Del hostigo del cierzo las ovejas
Al pasar trashumantes en rebaño,
Y en ellas rompen de la vana historia,
Como las olas, los rumores vanos.
Como un islote en junio,
Te ciñe el mar dorado
De las espigas que a la brisa ondean,
Y canta sobre ti la alondra el canto
De la cosecha.
Cuando baja en la lluvia el cielo al campo
Baja también sobre la santa hierba
Donde la hoz no corta,
De tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,
Y sienten en sus huesos el reclamo
Del riego de la vida.
Salvan tus cercas de mampuesto y barro
Las aladas semillas,
O te las llevan con piedad los pájaros,
Y crecen escondidas amapolas,
Clavelinas, magarzas, brezos, cardos,
Entre arrumbadas cruces,
No más que de las aves libres pasto.
Cavan tan sólo en tu maleza brava,
Corral sagrado,
Para de un alma que sufrió en el mundo
Sembrar el grano;
Luego sobre esa siembra
¡Barbecho largo!
Cerca de ti el camino de los vivos,
No como tú, con tapias, no cercado,
Por donde van y vienen,
Ya riendo o llorando,
¡Rompiendo con sus risas o sus lloros
El silencio inmortal de tu cercado!
Después que lento el sol tomó ya tierra,
Y sube al cielo el páramo
A la hora del recuerdo,
Al toque de oraciones y descanso,
La tosca cruz de piedra
De tus tapias de barro
Queda, como un guardián que nunca duerme,
De la campiña el sueño vigilando.
No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
En torno de la cual duerme el poblado;
La cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
De los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
El Pastor Soberano,
Con infinitos ojos centelleantes,
Recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
Hechas del mismo barro,
Sólo una cruz distingue tu destino
En la desierta soledad del campo!
Es una antorcha al aire esta palmera,
Verde llama que busca al sol desnudo
Para beberle sangre; en cada nudo
De su tronco cuajó una primavera.
Verde llama que busca al sol desnudo
Para beberle sangre; en cada nudo
De su tronco cuajó una primavera.
Sin bretes ni eslabones, altanera
Y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
Para la miel del cielo es un embudo
La copa de sus venas, sin madera.
Y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
Para la miel del cielo es un embudo
La copa de sus venas, sin madera.
No se retuerce ni se quiebra al suelo;
No hay sombra en su follaje; es luz cuajada
Que en ofrenda de amor se alarga al cielo;
No hay sombra en su follaje; es luz cuajada
Que en ofrenda de amor se alarga al cielo;
La sangre de un volcán que enamorada
Del padre sol se revistió de anhelo
Y se ofrece, columna, a su morada.
Del padre sol se revistió de anhelo
Y se ofrece, columna, a su morada.
Hasta que se me fue no he descubierto
Todo lo que la quise;
Yo creía quererla; no sabía
Lo que es de amor morirse.
Era como algo mío entonces, era
Costumbre… que se dice…;
Pero hoy soy suyo yo, soy de la muerte
A quien nadie resiste.
Todo lo que la quise;
Yo creía quererla; no sabía
Lo que es de amor morirse.
Era como algo mío entonces, era
Costumbre… que se dice…;
Pero hoy soy suyo yo, soy de la muerte
A quien nadie resiste.
Al irse nació en mí… ¡no!, que en torturas
En ella nací al írseme;
Lo que creí yo sueño era la vela;
He nacido al morirme.
En ella nací al írseme;
Lo que creí yo sueño era la vela;
He nacido al morirme.
Por fin ya sé quién soy… no lo sabía…
¿Lo sé? ¿Quién sabe en este mundo triste?
¿Hay quién sepa lo que es saber y entienda
Lo que la nada dice?
¿Lo sé? ¿Quién sabe en este mundo triste?
¿Hay quién sepa lo que es saber y entienda
Lo que la nada dice?
Mi madre nació en mí en aquel día
Que se me fue Teresa… Madre, dime
De dónde vine, adónde voy perdido,
Por qué al amor me diste…
Que se me fue Teresa… Madre, dime
De dónde vine, adónde voy perdido,
Por qué al amor me diste…
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