CAPÍTULO 37
¡Sí! Phileas Fogg en persona.
Recuérdese que, a las ocho y cinco minutos de la tarde, unas veinticuatro horas después de la llegada de los viajeros a Londres, Paspartú había sido encargado de prevenir al reverendo Samuel Wilson para cierto casamiento que debía verificarse al día siguiente.
Paspartú se había marchado muy alegre, yendo con paso rápido al domicilio del reverendo Samuel Wilson, que no había vuelto aún a casa. Naruralmente, Paspartú tuvo que estar esperando unos veinte minutos.
En suma, eran las ocho y treinta y cinco cuando salió de casa del reverendo. ¡Pero en qué estado! El pelo desordenado, sin sombrero, corriendo como nunca había corrido hombre alguno, derribando a los transeúntes y precipitándose como una tromba en las aceras.
En tres minutos llegó a la casa de Saville Row, y caía sin aliento en el cuarto de mister Fogg.
‑Señor… ‑tartamudeó Paspartú‑, casamiento… imposible.
‑¡Imposible!
‑Imposible… para mañana.
‑¿Por qué?
‑¡Porque mañana… es domingo!
‑Lunes ‑respondió mister Fogg.
‑No… hoy… sábado.
‑¿Sábado?; ¡Imposible!
CAPÍTULO 36
XXXVI Ya es tiempo de decir el cambio de opinión que se había verificado en el Reino Unido, cuando se supo la prisión del verdadero ladrón del Banco, un tal James Strand, que había sido detenido el 17 de diciembre en Edimburgo. Tres días antes, Phileas Fogg era un criminal que la policía perseguía sin descanso, y ahora era el caballero más honrado, que estaba cumpliendo matemáticamente su excéntrico viaje alrededor del mundo. ¡Qué efecto, qué ruido en los periódicos! Todos los que habían apostado en pro y en contra y tenían este asunto olvidado, resucitaron como por magia. Todas las transacciones volvían a ser valederas. Todos los compromisos revivían, y debemos añadir que las apuestas adquirieron nueva energía. El nombre de Phileas Fogg volvió a ganar prima en el mercado. Los cinco colegas del caballero del Reform-Club pasaron estos tres días con cierta inquietud ‘ puesto que volvía...
CAPÍTULO 35
XXXV Al siguiente día, los habitantes de Saville Row se hubieran sorprendido mucho si les hubieran asegurado que mister Fogg había vuelto a su domicilio. Puertas y ventanas estaban cerradas, y ningún cambio se había notado en el exterior. En efecto, después de haber salido de la estación. Phileas Fogg había dado a Paspartú la orden de comprar algunas provisiones y había entrado en su casa. Este caballero había recibido con su habitual impasibilidad el golpe que lo hería. ¡Arruinado! ¡Y por culpa de ese torpe inspector de policía! ¡Después de haber seguido con planta certera todo el viaje; después de haber destruido mil obstáculos y arrostrado mil peligros; después de haber tenido hasta ocasión de hacer algunos beneficios, venir a fracasar en el puerto mismo ante un hecho brutal, era cosa terrible! De la considerable suma que se había llevado, no le quedaba más que un resto insignificante....
CAPÍTULO 34
XXXIV Phileas Fogg estaba preso. Lo habían encerrado en la aduana de Liverpool, donde debía pasar la noche, aguardando su traslación a Londres. En el momento de la prisión, Paspartú había querido arrojarse sobre el inspector, pero fue detenido por unos agentes de policía. Mistress Aouida, espantada por la brutalidad del suceso, no comprendía nada de lo que pasaba, pero Paspartú se lo explicó. Mister Fogg, ese honrado y valeroso caballero, a quien debía la vida, estaba preso como ladrón. La joven protestó contra esta acusación, su corazón se indignó, las lágrimas corrieron por sus mejillas, cuando vio que nada podía hacer ni intentar para librar a su salvador. En cuanto a Fix, había detenido a un gentelman porque su deber se lo mandaba, fuese o no culpable. La justicia lo decidiría. Y entonces ocurrió a Paspartú una idea terrible: ¡la de que él tenía la culpa ocultando a...
CAPÍTULO 33
XXXIII Una hora después el vapor “Enriqueta” trasponía el faro, que marca la entrada del Hudson, doblaba la punta de Sandy‑Hook y salía mar afuera. Durante el día costeó Long‑lsland, pasó por delante del faro de Fire‑lsland y corrió rápidamente hacia el Este. Al día siguiente, 13 de diciembre, a mediodía, subió un hombre al puentecillo para tomar la altura. ¡Pudiera creerse que era el capitán Speedy! Nada de eso. Era Phileas Fogg. En cuanto al capitán Speedy, estaba buenamente encerrado con llave en su cámara, y prorrumpía en alaridos que denotaban una cólera bien perdonable, llevada al paroxismo. Lo que había pasado era muy sencillo. Phileas Fogg quería ir a Liverpool, y el capitán había aceptado el pasaje para Burdeos, y a las treinta horas de estar a bordo, a golpes de billetes de banco, la tripulación, marineros y fogoneros, tripulación algo pirata, que~ estaba bastante disgustada con...
CAPÍTULO 32
XXXII Al partir el “China” se llevaba, al parecer, la última esperanza de Phileas Fogg. En efecto, ninguno de los otros vapores que hacen el servicio directo entre América y Europa, ni los transatlánticos franceses, ni los buques de la “White Starline”, ni los de la Compañía Imman, ni los de la Línea “Hamburguesa”, ni otros podían responder a los proyectos del caballero. El “Pereire”, de la Compañía Transatlántica Francesa, cuyos admirables buques igualan en velocidad y sobrepujan en comodidades a los de las demás líneas sin excepción, no partía hasta tres días después, el 14 de diciembre, y además, no iba directamente a Liverpool o Londres, sino al Havre, y lo mismo sucedía con los de la Compañía “Hamburguesa~’; así es que la travesía suplementaria del Havre a Southampton hubiera anulado los últimos esfuerzos de Phileas Fogg. En cuanto a los vapores Imman, uno de los cuales, el...
CAPÍTULO 31
XXXI Phileas Fogg estaba veinticuatro horas atrasado, y Paspartú, causa involuntaria de esta tardanza, estaba desesperado. Había arruinado indudablemente a su amo. En aquel momento, el inspector se acercó a mister Fogg, y mirándole bien enfrente, le preguntó: ‑Con formalidad, señor Fogg; ¿tenéis prisa? ‑Con mucha formalidad ‑respondió Phileas Fogg. ‑Insisto ‑repuso Fix-. ¿Tenéis verdadero interés en estar en Nueva York el 11, antes de las nueve de la noche, hora de salida del vapor de Liverpool? ‑El mayor interés. ‑Y si el viaje no hubiera sido interrumpido por el ataque de los indios, ¿hubierais llegado a Nueva York el 11 por la mañana? ‑Sí, con doce horas de adelanto sobre el vapor. ‑Bien. Tenéis ahora veinte horas de atraso. Entre veinte y doce, la diferencia es de ocho. Luego con ganar estas ocho horas tenéis bastante. ¿Queréis intentarlo? ‑¿A pie? ‑No, en trineo de vela. Un hombre me...
CAPÍTULO 30
XXX Tres viajeros, incluso Paspartú, habían desaparecido. ¿Los habían muerto en la lucha? ¿Estarían prisioneros de los sioux? No podía saberse todavía. Los heridos eran bastantes numerosos, pero se reconoció que ninguno lo estaba mortalmente. Uno de los más graves era el coronel Proctor, que se había batido valerosamente, recibiendo un balazo en la ingle. Fue trasladado a la estación con otros viajeros, cuyo estado reclamaba cuidados inmediatos. Mistress Aouida estaba en salvo, Phileas Fogg, que no había sido de los menos ardientes en la lucha, salió sin un rasguño. Fix estaba herido en el brazo, pero levemente. Pero Paspartú faltaba, y los ojos de la joven Aouida vertían lágrimas. Entretanto, todos los viajeros habían abandonado el tren. Las ruedas de los vagones estaban manchadas de sangre. De los cubos y de los ejes colgaban informes despojos de carne. Se veían por la llanura largos rastros encarnados, hasta perderse...
CAPÍTULO 29
XXIX Aquella misma tarde, el tren proseguía su marcha sin obstáculos, pasaba el fuerte Sanders, trasponía el paso de Cheyenvoy, llegaba al paso de Evans. En este sitio alcanzaba el ferrocarril el punto más alto del trayecto, o sea ocho mil noventa y un pies sobre el nivel del Océano. Los viajeros ya no tenían más que bajar hasta el Atlántico por aquellas llanuras sin límites, niveladas por la naturaleza. Allí empalmaba el ramal de Denver, ciudad principal de Colorado. Este territorio es rico en minas de oro y de plata, y más de cincuenta mil habitantes han fijado allí su domicilio. Se habían recorrido mil trescientas ochenta y dos millas desde San Francisco, en tres dias y tres noches, cuatro noches y cuatro días debían bastar, según toda la previsión, para llegar a Nueva York. Phileas Fogg se mantenía, por consiguiente, dentro del plazo regiamentario. Durante la noche...
CAPÍTULO 28
XXVIII El tren, al salir de Great Lake City y de la estación de Odgen, se elevó durante una hora hacia el Norte hacia el río Veber, después de recorrer unas novecientas millas desde San Francisco. En esta parte de territorio, comprendida entre esos montes y las Montañas Rocosas, propiamente dichas, los ingenieros americanos han tenido que vencer las más serias dificultades. Así, pues, en ese trayecto, la subvención del gobierno de la Unión ha ascendido a cuarenta y ocho mil dólares por milla, al paso que no eran más que dieciséis en la llanura; pero los ingenieros, como hemos dicho, no han violentado a la naturaleza, sino que han usado con ella la astucia, sesgando las dificultades, no habiendo tenido necesidad de perforar más que un túnel de catorce mil pies para llegar a la gran cuenca. En el lago Salado era donde el trazado llegaba a su...
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